Las reacciones diplomáticas y políticas de los países de la región demuestran una vez más la incapacidad de la Unión Europea para dotarse de una sola voz y una sola política exterior. Mientras una presidencia checa de muy bajo perfil se adapta perfectamente a los intereses israelo-estadounidenses, el francés Nicolas Sarkozy, movido al menos por su personalismo, intenta jugar un papel constructivo.
Gennaro Carotenuto
Desde Roma
En ese panorama, las palabras más claras provinieron del Vaticano. Renato Raffaele Martino, poderoso cardenal de 76 años, de larguísima experiencia diplomática (ejerció como nuncio apostólico en las Naciones Unidas), fue durísimo en su condena a la agresión israelí. “Gaza se parece cada vez más a un campo de concentración”, señaló Martino, quien hoy es presidente del Consejo Vaticano para la Justicia y la Paz, es decir uno de los tres o cuatro jerarcas principales de la Iglesia Católica a nivel mundial. Todos los analistas coincidieron en el alcance de los dichos de Martino, teniendo en cuenta a qué remite en Europa la idea de campo de concentración: fundamentalmente a la Shoá y al holocausto judío. El cardenal habló por otra parte de la culpabilidad de “los dos bandos” con respecto a la actual situación, marcando también allí una ruptura en la unanimidad pro israelí de las clases dirigentes europeas.
Martino no eximió de sus críticas a las Naciones Unidas. “El mundo no puede mirar sin hacer nada. Hace tiempo que se hace necesaria una misión internacional de paz, pero hasta ahora ha prevalecido el recurso al poder de veto. La violencia nunca soluciona los problemas, y el último ejemplo ha sido la guerra en Irak. La diplomacia vaticana sabía bien que Saddam Hussein había aceptado todas las condiciones impuestas por las Naciones Unidas. Sin embargo no quisieron esperar”, agregó. Y remató: “Las consecuencias del egoísmo son el odio, la pobreza y la injusticia. Y quien paga es el pueblo, como lo vemos en Gaza”.
Las respuestas no se hicieron esperar. Ygal Palmor, vocero de la cancillería israelí, señaló: “El cardenal utiliza los mismos argumentos de la propaganda de los terroristas de Hamas, ignorando los innumerables crímenes cometidos por esta organización terrorista que fueron la causa del estancamiento del proceso de paz y de la transformación de toda la franja de Gaza en un gigantesco escudo humano para un grupo terrorista e integrista”.
ENTRE PRAGA Y PARÍS. ¿Y qué ha hecho el gran enano de la diplomacia internacional, la Unión Europea? Hasta la medianoche del 31 de diciembre seguramente podía haber intentado algo, pero desde el primer minuto del nuevo año Europa perdió casi toda su capacidad de actuar eficazmente para parar la mano al aliado israelí y utilizar las buenas relaciones diplomáticas que tradicionalmente tiene con la orilla sur del Mediterráneo. Esa oportunidad se perdió por los bizantinos mecanismos de funcionamiento de la Unión. Hasta el 31 de diciembre la presidencia pro témpore residía en Francia, cuyo presidente, Nicolas Sarkozy, es sin dudas un señor de derechas pero que sueña con ser un nuevo De Gaulle y aspira a devolver a su país su perdida grandeur. Hasta que pudo, Sarkozy procuró alcanzar un alto el fuego. Fracasó. Apenas entrado el 1 de enero, quien sucedió a Francia fue Franz Kafka, es decir la República Checa, el más filoestadounidense y antieuropeísta de los países de la Unión. Un país, como todos los de Europa oriental, mucho más preocupado por la “guerra del gas” entre Rusia y Ucrania, que en este muy frío invierno ha dejado sin calefacción a buena parte de los hogares de la región (en Praga falta el 75 por ciento del gas), que por la lejana Gaza.
Las primeras declaraciones del presidente de turno de la Unión Europea helaron al continente, como si todo el gas de Rusia se hubiese imprevistamente acabado. Según el vocero del primer ministro checo, Mirek Topolanek, en Gaza no pasa nada: “No hay ni víctimas ni violencias. Sólo hay una acción israelí que no es ofensiva sino defensiva”. Los muertos ya entonces se sumaban por decenas.
Se necesitó muchas horas para que el propio canciller checo, Karel Schwarzenberg, admitiera el “grave error” del vocero de su gobierno. Pero los checos persistieron. El canciller Schwarzenberg realizó un apresurado viaje a Oriente Medio, del cual volvió con una propuesta que él presentó como “inteligente”: la ue le echa la culpa de todo a Hamas y a cambio Israel acepta el envío de una misión internacional de observadores (y así yo puedo volver a ocuparme del gas, le faltó decir al ministro). En manos de la improvisación checa, la misión se llevó a cabo, pero terminó en un rápido y rotundo fracaso.
Sarkozy no dejó de actuar, a pesar de haber perdido el paraguas de la presidencia de la Unión. Junto al presidente egipcio, Hosni Moubarak, y con apoyo alemán, el jefe de Estado francés presentó un plan para lograr un alto el fuego inmediato con base en un complejo sistema de garantías que involucra tanto a los palestinos como a los israelíes: estos últimos verían aseguradas sus fronteras al tiempo que los palestinos lograrían que se pusiera fin al sitio de Gaza y se abrieran algunos pasos de frontera. La Autoridad Nacional Palestina aceptó el plan, pero sólo gobierna en Cisjordania. Al cierre de esta edición de Brecha todavía no era posible saber la suerte del dispositivo ideado por Sarkozy. La secretaria de Estado de Estados Unidos, Condoleezza Rice, estaba a su vez puliendo una propuesta propia, probablemente más volcada hacia el lado israelí, y Libia (el único país árabe integrante del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, aunque no está entre sus miembros permanentes con derecho a veto) trabajaba en la suya, presumiblemente más favorable a Hamas.