En vísperas de las elecciones del próximo domingo, se torna cada vez más lejana la posibilidad de que Angela Merkel sea la primera mujer en ocupar el sillón de Bismarck, Adenauer y Willy Brandt y la crítica desde la izquierda al neoliberalismo protagoniza el debate.
Gennaro Carotenuto
Desde Roma
El domingo se vota en Alemania, el país más poblado de la Europa occidental (80 millones de habitantes) y la tercera economía del mundo. Después de siete años de gobierno socialdemócrata, hasta hace pocos días los sondeos predecían un claro giro a la derecha. Sin embargo las últimas encuestas indican que se reduce cada vez más la ventaja de la derecha. Gerhard Schröder, el canciller que gobierna desde 1998 con un programa de modernización neoliberal del Estado de bienestar, pero que había sabido mantener a Alemania fuera de la guerra, parecía haber llegado al final de su camino.
Desgastado por su política económica pero todavía respetado en el país, después de la enésima derrota en elecciones regionales había tomado la temeraria decisión de apostarlo todo a elecciones adelantadas. Debe enfrentar por primera vez a una mujer, Angela Merkel, procedente de Alemania oriental, que se proclama a la vez heredera política de Helmut Kohl, Margaret Thatcher y hasta de Ronald Reagan, del cual copia al pie de la letra los discursos.
En Alemania existe un estable sistema bipolar con dos partidos mayoritarios, los democristianos de la CDU-CSU a la derecha y los socialdemócratas de la SPD a la izquierda, cada uno con un aliado menor, los liberales de la FDP los primeros, y los verdes que comparten gobierno con los segundos. En las elecciones para el Bundestag, el parlamento de Berlín, se vota con un sistema mixto con fuertes tintes proporcionales y con un rígido bloque que impide la entrada al parlamento a los partidos con menos del 5 por ciento de los votos. La gran novedad de las elecciones de 2005 es que por primera vez irrumpe en el escenario político alemán un quinto partido nacional, bautizado Partido de Izquierda, y que seguramente superará el mínimo ya que los sondeos le atribuyen entre el 7 y el 9 por ciento. El nuevo partido es la coalición entre todos los que han salido desde la izquierda del SPD criticando la política económica del gobierno rojiverde y el partido poscomunista de la antigua Alemania democrática, PDS. Éste, que en las regiones orientales representa entre el 20 y el 40 por ciento de los electores, jamás había conseguido arraigar en el oeste y por lo tanto el límite del 5 por ciento constituía una barrera infranqueable. En el oeste, en los ochenta la novedad detonante habían sido los verdes.
Con la larga y no siempre satisfactoria experiencia de gobierno, la izquierda radical había vuelto a quedarse sin representación parlamentaria. Ahora estos dos componentes encuentran un líder occidental de prestigio, Oskar Lafontaine, ex ministro de Finanzas salido del gobierno con estruendo en el año 2000 y de la SPD por criticar las reformas neoliberales. Era el ancla de izquierda del gobierno, del cual se convirtió en su principal crítico.
Merkel tenía la victoria a la vista. Incluso en los debates televisivos no le fue tan mal y los alemanes estaban dispuestos a perdonarle haber copiado largos pedazos de viejos discursos de Reagan. Sin embargo su alma de derecha erosionó su ventaja que superaba los 20 puntos. Raras aves, los alemanes. En todo el mundo los acomodados quieren pagar menos impuestos y ahí se asustan si alguien pretende derribar algo prehistórico como el Estado de bienestar, quitando su apoyo a quien quiere reducir los impuestos. Su concejal más escuchado, el economista Paul Kirchhof, oráculo de Merkel en temas económicos, pretende imponer una única tasa del 25 por ciento para todos, ricos y pobres, grandes fortunas y sueldos obreros. Lo de siempre para un neoliberal, pero una herejía para un país que a pesar de todo puede estar orgulloso de la envidiable cohesión social construida en 60 años de democracia. A pesar de las desmentidas ha sido un derrumbe que puede convertirse el domingo en pesadilla. En una semana la ventaja de la CDU se ha reducido en más de cinco puntos. Según el último sondeo, publicado por el semanario Stern, la alianza CDU-FDP pierde por primera vez la mayoría absoluta y se queda en el 48 por ciento. Todas las soluciones son posibles ahora, incluso un gobierno de amplia coalición CDU-SPD, y hasta el PDS se dice dispuesto a gobernar el país. El carismático Schröder todavía no está vencido.