No habían pasado 12 horas del asesinato de Menezes en Londres cuando en Egipto el terrorismo volvió a golpear con tres terribles atentados que no sólo han terminado con la vida de un número no precisado de personas ?las autoridades egipcias esconden las cifras verdaderas? sino que dieron un golpe durísimo a la economía del país. Las bombas en las orillas del Mar Rojo destruyeron el único sector pujante del régimen de Hosni Moubarak. Sharm es el paraíso de los europeos de bajo presupuesto, que con 300 euros en invierno y 500 en verano pueden saborear una semanita de servicios y hoteles de cuatro estrellas. A Sharm van ?iban? entre 5 y 6 millones de personas por año, un millón de alemanes, 700 mil italianos, cientos de miles de rusos y de israelíes. Los autores de los ataques ?se trate de quien se trate, ya que las pistas manejadas en estos días por las autoridades policiales han sido innumerables? han decidido poner de rodillas a cientos de miles de familias egipcias y apostar a la desestabilización final del régimen. Si ésta no se obtiene con el horror terrorista seguramente se conseguirá, piensan, cortando las piernas a la tambaleante economía del país más importante de todo el Oriente Medio, habitado por más de 60 millones de personas. Ayer jueves, Moubarak anunció que competirá ?solo? en las elecciones del próximo 7 de setiembre. El mandamás egipcio de 77 años, cuyo reinado comenzó en 1981 tras la muerte de Anwar el Sadat, nunca tuvo tantos amigos en un Occidente que aplaude su ?moderación?. Nadie lo llama dictador, a pesar de los 24 años que lleva gobernando a fuerza de leyes de excepción y de continuas y masivas violaciones a los derechos humanos que han fomentado, como en otros países musulmanes ?moderados?, el crecimiento del fundamentalismo y del terrorismo.