Manmohan Singh es primer ministro desde mayo de 2004, cuando Sonia Gandhi, la líder del Partido del Congreso, que simplificando podemos definir de centro-izquierda, tuvo que renunciar a asumir por haber nacido en Italia. Ganó las elecciones contra los nacionalistas hindúes del Bharatiya Janata Party (BJP), del primer ministro Bihari Vajpayee.
El gobierno del BJP significó dos cambios decisivos. Por una parte llevó adelante un programa masivo de liberalizaciones y privatizaciones neoliberales que causó un choque durísimo a la economía india. Por otra elevó al máximo el conflicto indo-paquistaní hasta llegar al paroxismo de la carrera nuclear entre los dos países. A casi un año de su sorpresiva victoria electoral, el gobierno presidido por Singh, dirigido directamente por Sonia Gandhi, e inicialmente muy débil, ha ganado estabilidad.
El país sigue creciendo en un contexto, en la medida de lo posible, menos salvaje, las tensiones con Pakistán han bajado notablemente e India tiene hoy un gobierno multirracial y multirreligioso en lugar de uno ferozmente nacionalista hindú como fue el presidido por Vajpayee durante ocho años. Cuando de los escrutinios surgió clara la derrota de Vajpayee, fue una derrota para el intento del nacionalismo de modificar su imagen fundamentalista de partido que había fomentado sangrientos pogromos antislámicos. El BJP quería presentarse como un partido más inclusivo pero especialmente como el partido del progreso, del desarrollo, y de las clases medias y altas que efectivamente se beneficiaron de un fuerte enriquecimiento en la última década. Era la shining India, la India que brillaba, que se sentía bien, que surgía y que iba a ocupar su lugar en el mundo. Ha sido derrotada. En India siguen viviendo 600 millones de personas que no son ni clase alta ni clase media ni tienen razonables esperanzas de alcanzar a serlo en esta generación; los desnutridos son 200 millones. El 8 por ciento de crecimiento anual ha sido distribuido de manera profundamente desigual. Y también hay otros que, por ser parte de minorías religiosas, siguieron teniendo buenas razones para no creer en el cambio de imagen del BJP. Pero el factor decisivo fue el universo de campesinos hindúes, excluidos por el modelo y arruinados por las modificaciones genéticas de las semillas impuestas por el progreso neoliberal, muchos de los cuales han vuelto a buscar en el Partido del Congreso una protección que el BJP ya no les ofrecía. Y en el respaldo y en la defensa del campo frente a las contradicciones del neoliberalismo está seguramente el desafío decisivo que el Partido del Congreso tiene que ganar en estos años.
En nombre de los Gandhi, Manmohan Singh, con 71 años, originario del Punjab, una región que hoy es parte de Pakistán, es jefe de un pletórico gobierno con 67 ministros, quizás el más numeroso del mundo en la búsqueda de equilibrios políticos, étnicos y religiosos en un enorme y complejo país. Es un gobierno de centroizquierda que impuso importantes novedades. El frente de las izquierdas está ampliamente representado y hay ocho ministros que son dalit, o sea pertenecen a la casta de los intocables, los que según la religión hindú serían seres inferiores y que sin embargo son 160 millones de habitantes. También hay seis ministros musulmanes, en representación de los 130 millones que aún viven en el país después de la cruenta separación de 1948. Singh mismo es representante de una minoría, ya que es un sikh, y es el primer sikh en llegar a ser primer ministro de India.
Sin embargo Sonia Ghandi sigue siendo la figura clave de la política india. La viuda de Rajiv, completamente indianizada, ya que rechaza hasta entrevistas en idioma italiano, y que según los expertos (quien escribe no está en condición de confirmarlo) llegó a depurar perfectamente su acento, ganó tres veces en mayo pasado. La primera vez logrando ser investida, como mujer y como extranjera de nacimiento, por su partido y sus aliados, a la cabeza de la mayor gran democracia del mundo. La segunda con su renuncia, que a nueve meses de los hechos parece haber ulteriormente acrecentado su prestigio en el país. La tercera, lanzando a la carrera a su hijo Rahul, de 33 años, que llegó al parlamento con el carisma del predestinado a ser el cuarto primer ministro de la familia.
Sin embargo el sorpresivo éxito electoral, que ha mandado a la oposición al partido nacionalista hindú de Bihari Vajpayee, no había dejado al Partido del Congreso en una posición especialmente fuerte, con apenas 145 de los 545 diputados del parlamento de Delhi y donde el apoyo semiexterno del fortísimo partido comunista es un elemento de debilidad importante. Sonia Gandhi queda así como líder del partido clave, aun sin gobernar. Es hoy una suerte de poderosísima reina madre de la dinastía Nehru-Gandhi. Después de Jawaharlal Nehru, primer líder de la India independiente, han gobernado su hija Indira y el hijo de ella, Rajiv, del cual Sonia es viuda, asesinados en 1984 y 1991. En este contexto su poder es tan fuerte que las críticas del BJP por sus orígenes podrían haber sido útiles para conservar el poder sin exponerse directamente.