A pesar de las recíprocas amenazas, habría tratativas secretas entre Irán y Estados Unidos que podrían evitar la próxima guerra deseada por George W Bush.
Gennaro Carotenuto desde Roma
Hoy, viernes 28, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas debería decidir si sancionará a Irán a pedido de Estados Unidos. Teherán está acusada por la superpotencia de haber puesto en marcha su programa de enriquecimiento de uranio, lo que sería una violación del Tratado de No Proliferación Nuclear. El hecho llega en medio de una escalada de tonos duros y recíprocas amenazas bélicas. La situación parece bloqueada aunque hay múltiples planes para solucionar la crisis. Hace 30 días el Consejo de Seguridad pidió a Teherán que renunciara a sus planes y encargó a la Agencia Internacional para la Energía Atómica hacer las averiguaciones pertinentes. Sin embargo, el pasado 11 de abril el gobierno iraní presumió ante el mundo de que ya poseería armas nucleares. Según el diario saudita que se publica en Londres Al Hayat, Condoleezza Rice, secretaria de Estado estadounidense, podría haberse encontrado con emisarios iraníes en la capital turca, Ankara, este miércoles. Habría llevado una propuesta de suspensión del programa nuclear iraní por un tiempo “máximo” de dos años. No sería el único terreno en el cual dialogan los dos enemigos. Hoy día Irak es una suerte de condominio iraní-estadounidense. Cada uno juega su partido, pero tanto los neocon-servadores como los ayatolás son objetivamente aliados en el escenario iraquí, hasta el punto que hay quienes hablan de ocupación iraní-estadounidense. Ésta organizaría en conjunto –entre otras cosas– los escuadrones de la muerte que martirizan a la comunidad sunita y que son controlados por el ministro del Interior, Bayan Jabr, exponente de las brigadas Al Badr, entrenadas en Teherán y del mayor partido chiita, aliado firme de Washington.
EL HONGO ATÓMICO. La moción sobre la que deberá pronunciarse hoy el Consejo de Seguridad no implica considerar a la presunta escalada nuclear iraní como una amenaza a la seguridad planetaria, como pretendía Estados Unidos. Rusia y China lograron eludir esa consideración, haciendo más lento el paso de Estados Unidos hacia una posible nueva guerra. Irán, como firmante del Tratado de No Proliferación Nuclear, aceptó renunciar a poseer armas nucleares a cambio del derecho a construir y utilizar centrales atómicas con fines pacíficos. La presunción estadounidense de que los fines pacíficos escondan en realidad fines bélicos –lo que probablemente es cierto– comporta el hecho de que se subordine a este peligro el derecho iraní a poseer centrales nucleares pacíficas, derecho sancionado por el mismo tratado. Las delirios verbales del presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad –orientados a la cohesión interna del régimen– le dan a Estados Unidos una excelente herramienta para impulsar una carrera hacia una guerra probablemente ya decidida por Washington al menos desde 2003, como ha revelado esta semana el diario The Wa-shington Post. Y sabiendo la Casa Blanca que jamás podrá sustentar una invasión terrestre de un país como Irán, con cinco veces más habitantes que Irak, la amenaza de guerra es una amenaza atómica, como ha revelado en el semanario The New Yorker el periodista Seymour Hersh. Como en Irak Estados Unidos respondió con armas químicas auténticas a armas químicas inventadas, así en Irán reaccionaría con armas nucleares auténticas a armas nucleares presuntas. Durante todo el mes de marzo, especialmente la prensa de India indicó cómo la estrategia de Estados Unidos consiste en impulsar a Irán a impugnar y salirse del Tratado de No Proliferación Nuclear, a causa de la imposibilidad de hacer valer su derecho a utilizar pacíficamente la energía nuclear. Si así fuera, Irán sería formalmente libre de desarrollar su bomba atómica pero, a cambio, sería difícil para las demás potencias contrarrestar políticamente la eventual voluntad bélica de Estados Unidos.
ESTRATEGIAS EXTREMAS. El presidente Ahmadinejad, mientras tanto, sigue su campaña de provocaciones basada en una retórica nacionalista con puntos delirantes, como cuando niega la legitimidad del Estado de Israel, amena-zándolo. En cambio, el domingo pasado la radio estatal iraní anunció, sin más detalles, que se habría alcanzado un acuerdo con Rusia para que el enriquecimiento del uranio, necesario para alimentar las centrales nucleares iraníes, sea realizado en este país. Probablemente sea un intento iraní para no dejarse arrinconar por las Naciones Unidas. En febrero pasado esta solución –la supervisión rusa del empren-dimiento nuclear iraní– había sido casi lograda, aunque luego fuera rechazada en un brote nacionalista del régimen persa. Más: frente al pedido estadounidense a Rusia de interrumpir cualquier colaboración con Irán, el Ministerio de Relaciones Exteriores ruso respondió con aspereza que Rusia tiene el derecho de colaborar con quien quiera. Así Rusia continuará trabajando en la construcción de la central nuclear de Busher ya que esta obra no viola de ninguna manera el tratado.
EL PAPEL DE CHINA. Como sucede en otras partes del mundo –incluyendo Latinoa-mérica–, el papel de China como actor global está cambiando la geopolítica plane-taria. Y con respeto a Irán los enormes intereses de Pekín en el área juegan un papel fundamental, que podríamos definir de “pragmático-conciliatorio”. Como otros actores –Rusia, Arabia Saudita, India–, Pekín no tiene interés en una escalada belicista estadounidense y rechaza tanto cualquier tipo de sanción como la amenaza del uso de la fuerza. China recibe de Irán el 15 por ciento del petróleo que necesita, y cantidades enormes de gas. Contrabalancea con participaciones importantes en la construcción de oleoductos, en la flota petrolera iraní, produce automóviles y hasta construye el metro de Teherán. En el encuentro entre Bush y Hu Jintao de la pasada semana, el segundo instó al primero a insistir en las negociaciones con Irán. El primero, de su lado, intentó demostrar que la agenda iraní de China coincide con la estadounidense y que las dos potencias tendrían como exigencia primaria el impedir a Teherán el acceso al club de las potencias nucleares. Puede ser; pero China no tiene ningún interés en un cambio de régimen y como riesgo mayor para su economía ve el peligro de que el petróleo persa deje de fluir hacia sus refinerías. El mundo, mientras tanto, el que está comprando el petróleo a 74 dólares por barril, y el automovilista al cual le sale cada vez más caro llenar su tanque, miran con desconcierto. Un eventual bloqueo contra Irán de parte de Estados Unidos, o el amenazado autobloqueo de parte de Irán, podría de inmediato hacer trepar el precio del petróleo hacia los 100 dólares. Ningún país, ni siquiera Arabia Saudita, tiene actualmente la capacidad de sustituir en el mercado las cuotas iraníes.