Es probable que el miércoles 25 se celebren elecciones parlamentarias en Palestina. De realizarse la consulta, el desafío está entre los nacionalistas de Al Fatah y los religiosos de Hamas, que por primera vez podrían ganar.
La novedad de la semana se hizo filtrar desde Washington. Uno de los puntos clave a resolver para que tengan lugar las elecciones es que puedan efectivamente votar los 240 mil habitantes del sector árabe de Jerusalén. El gobierno de Ariel Sharon se negaba a admitir esta posibilidad, considerando a Jerusalén este parte indivisible de Israel, frente a una línea verde (las fronteras internacionalmente reconocidas) que considera a este barrio de la ciudad parte de los territorios. Si se hubiese mantenido la negativa israelí, los palestinos hubieran suspendido el proceso electoral en su totalidad.
Al Fatah, el partido nacionalista que fue de Yasser Arafat y que continúa gobernando, teme que las elecciones inclinen la balanza política de los territorios a favor de la organización fundamentalista Hamas, que ha venido creciendo gracias a su campaña contra la corrupción que reinaría en el Ejecutivo. Hamas incluso está asumiendo posiciones más pragmáticas en función de llegar a ser gobierno. Su plataforma electoral sigue respaldando la lucha armada, pero ya no llama a la destrucción del Estado de Israel.
El hecho de que la novedad del voto en Jerusalén este se haya filtrado desde Washington confirma varias cosas. En primer lugar que el gobierno de Estados Unidos teme que se produzca un caos en los territorios y apuesta a la estabilización del autogobierno palestino. En segundo lugar que el gobierno israelí, hoy presidido por Ehud Olmert, no está igualmente convencido de que el caos no sea la mejor opción para sacar mayor provecho de la larga crisis que involucra a toda la dirigencia palestina. El gabinete israelí continúa poniendo trabas que todavía podrían hacer saltar todo el castillo. Los palestinos de Jerusalén deberían poder votar por correo o en unas pocas mesas, y ha sido prohibida cualquier forma de campaña electoral por parte de Hamas. Ya pasó algo parecido en 1996, pero se trataba de casi un plebiscito y no se había aún erigido el muro que afecta gravemente la vida de al menos 50 mil palestinos residentes entre Jerusalén y los territorios. Esta vez se trata de una reñida campaña electoral en la cual los israelíes impedirán a una de las dos partes en pugna cualquier tipo de campaña. La decisión definitiva del gobierno está anunciada para el domingo 15.
EL PRISIONERO. Siendo la preocupación principal la falta de liderazgo entre los actuales dirigentes palestinos, confrontados a una difícil transición generacional que también podría representar un cambio político en caso de una victoria de Hamas, se hace más evidente aun la figura de Marwan Barghouti, un líder carismático condenado a cinco cadenas perpetuas en Israel por presuntos actos de terrorismo. Barghouti encarna el ala “popular” de Fatah y, a pesar de estar preso arrasó en las internas de este movimiento y encabeza su lista. El 30 de diciembre pudo dirigirse desde la cárcel al pueblo palestino e instó a votar por su partido, en el cual declara representar una opción renovadora. Barghouti pidió disculpas por la dirigencia actual del partido y convocó a Hamas a integrarse a un futuro gobierno de coalición. En caso de que el dirigente de Fatah consiguiera un apoyo popular masivo, el gobierno israelí estaría frente a una disyuntiva compleja: mantenerse firme en que Barghouti cumpla su sentencia de por vida o correr el riesgo de que se convierta en un Nelson Mandela palestino, con el agregado de que debería muy probablemente soportar crecientes campañas internacionales por su liberación.
Mahmoud Abbas (Abu Mazen), el hombre que los palestinos eligieron tras la muerte de Arafat, nunca dejó de ejercer un liderazgo débil, incapaz de controlar la situación, especialmente en la Franja de Gaza, donde la guerra civil es una realidad cada vez más difícil de negar. Hamas, a su vez, se presenta como el partido de las “manos limpias”, y el fundamentalismo crece como alternativa frente a unas clases dirigentes laicas que en todo Oriente Medio se han vuelto impresentables. Apostar al caos en Palestina es una tentación para los israelíes, pero conlleva riesgos altísimos. GC