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Hoy escuché, después de un tiempito, todo un clásico de Pablo Milanés, “El breve espacio en que no estas”. Pablo que vi por segunda vez a Caracas en diciembre, después de una memorable noche en Nápoles, al Maschio Angioino, ya hace hartos años atrás.
Lo escuché, lo disfruté y hasta lo canturré pero después me impuse reflexionar sobre el hecho que desde harto tiempo no quede ninguna silueheta y las veces que quedan restos de humedad me apuro a secarlos o a cambiar las sábanas.
Hubo, no lo niego, en los últimos 30 meses, una o dos (o tres) personas que me emocionaron en éste largo tiempo, pero no me tambaleó ningún piso. Estuvieron todas concentradas en los últimos 8-10, así que algo se mueve adentro mío. No se en qué medida soy yo que no dejo mi piso moverse, pero es una posibilidad.
“El largo espacio en que no estas”, debería ya cantar Pablo y lo que me asombra es que no sólo no hay silueta, no hay nombre, no hay rostro, no hay costumbres, gustos, olores… ¿Seré demasiado selectivo?