Los policías británicos que con siete tiros en la cabeza asesinaron en Londres al brasileño Jean Charles de Menezes están amparados: cumplieron órdenes. Junto a los atentados en Egipto, la orden de eliminar a los sospechosos constituye un paso más en la escalada hacia la destrucción de la convivencia civil y del multiculturalismo. Gennaro Carotenuto
En Europa y en Oriente Medio la que pasó ha sido otra semana trágica. El verano está manchado de sangre y todo parece indicar que se está avanzando hacia la adopción de ?leyes patrióticas? europeas que, al estilo de las estadounidenses posteriores al 11 de setiembre de 2001, privilegien la seguridad a costa de los derechos fundamentales del individuo. Jean Charles de Menezes, un brasileño de 27 años oriundo del estado de Minas Gerais, fue el primero en pagar con su vida el nuevo clima. En la mañana del viernes 22, justo hace una semana, esperaba que un subterráneo lo llevara, como todos los días, a su trabajo de electricista en Londres cuando agentes policiales, una ?unidad de elite? según Scotland Yard, le apuntaron. Menezes cometió un montón de errores aquel viernes. Salió de un barrio que por ser humilde y habitado por mediorientales es considerado sospechoso y se abrigó un poco más de lo normal para un día de julio (pleno verano) en Londres. No sabía que ya lo perseguían, pero cuando se vio hostigado por civiles que no se identificaron como policías se asustó e intentó escapar. Todo es relativo, quizás un brasileño en Londres tiene derecho a sentir más frío que un escocés, pero los errores fatales no fueron esos. Los errores fatales fueron ser joven y tener rasgos sureños, asiáticos, mediorientales, en fin: una cara sospechosa. Jean Charles ignoraba que la pena por tener aquella edad, aquel abrigo y aquella cara hoy día en la democrática Gran Bretaña es la muerte. Mark Whitby, un periodista presente en el metro londinense aquel día, brindó un testimonio escalofriante de los hechos. Según dijo, cuando se sintió acorralado Jean Charles gritó ??parecía un conejo aterrorizado?, describió Whitby?, poco antes de recibir varios balazos en plena cara. La autopsia constató que se trató de siete disparos, más otro que lo alcanzó en un hombro. Menezes no llevaba explosivo alguno.
SHOOT TO KILL. Con el caso del brasileño reaparecen los grupos de tareas, verdaderos escuadrones de la muerte que en la guerra civil en Irlanda cometieron decenas y decenas de asesinatos. La orden oficial, impartida ya después del 11 de setiembre, es shoot to kill, tirar a matar. No se sabe si Menezes es la primera víctima mortal de esta política hasta ahora no declarada públicamente, pero sí que se trata del primer error clamoroso de la policía inglesa. Durante un par de días el caso adquirió relevancia internacional, pero luego fue progresivamente contenido y justificado en el marco de la lógica de la guerra al terrorismo. Inicialmente la psicosis por los atentados del 7 de julio y los fallidos del 21 ?el día antes del asesinato del inmigrante? había logrado que la actuación de la policía fuera aplaudida unánimemente. Incluso, y de manera sorpresiva, por el intendente de Londres, Ken Livingston, apodado el ?Rojo? quizás por ser el único líder político del país aún reconocible como de izquierda. Scotland Yard intentó luego justificar su error. Aseguró, por ejemplo, que Menezes pretendió huir porque su visa de residencia había caducado, cosa que desmintieron tanto su familia como otras fuentes. Cuando la absoluta inocencia del brasileño fue evidente, el primer ministro Tony Blair no esbozó disculpa alguna. Expresó su ?pesar?, pero reafirmó su aprobación a la actuación de la policía y se limitó a ofrecer una investigación y poco más al canciller brasileño Celso Amorim. El jefe de la policía, Ian Blair, sostuvo a su vez que ?la única manera de parar a un terrorista suicida es disparando a la cabeza? y llegó a profetizar que ?más inocentes morirán pero la política de tirar a matar es estrictamente necesaria?. Poco antes de partir de vacaciones, para intentar dar una apariencia de ?normalidad? en una ciudad convulsionada, el canciller Jack Straw y el ministro del Interior Charles Clark se pronunciaron en el mismo sentido.
GIRO. El asesinato del ciudadano brasileño marca un paso importante hacia la reducción de las garantías constitucionales en Europa. Un paso dado con la aprobación ?o la duda? de la gran mayoría de una opinión pública razonablemente atemorizada por un acoso terrorista que ha transformado a Londres, como ayer a Madrid y mañana probablemente a Roma o a quién sabe qué ciudad, en un barrio de Bagdad. Todos los países europeos han tomado medidas restrictivas, desde la suspensión de la libre circulación de los ciudadanos (Francia y Holanda denunciaron el tratado de Schengen) hasta la prueba obligatoria de ADN para todos los ?sospechosos?. Colocar cámaras de video, cientos de miles de cámaras, en cualquier esquina se ha convertido en una verdadera manía. En Italia, los racistas de la Liga Norte presentaron un proyecto de ley que obligaría a instalar webcams en las mezquitas. En todos los países europeos se estudian disposiciones ?de difícil concreción práctica? para extender casi indefinidamente la potestad de los organismos policiales de controlar correos electrónicos y comunicaciones telefónicas.
Una prima de Jean Charles de Menezes declaró a la BBC de Londres: ?En la lucha contra el terrorismo se puede elegir entre el cerebro y la fuerza bruta. La policía británica eligió la fuerza bruta?. Como ya sucede en Estados Unidos, en Europa se están dando las condiciones para limitar libertades y derechos. La seguridad ciudadana es un tótem detrás del cual se juegan millones de votos. Pero después de Londres, el enemigo es parte de las sociedades europeas, nació y creció en el continente y actúa en el continente. No es un enemigo externo cuya eliminación, cuya expulsión, las derechas puedan pedir, erigiendo un muro que cerque la fortaleza Europa. Se trata de ciudadanos europeos que se sienten, y son empujados a sentirse, como un cuerpo extraño. Según un sondeo difundido en Londres, dos terceras partes de los jóvenes británicos originarios de países musulmanes estarían manejando la idea de dejar el país donde nacieron y del cual tienen pasaporte. Y es que hoy se han convertido en ?objetivamente sospechosos? y por lo tanto ?asesinables?.