Caído el gobierno de centroizquierda presidido por Romano Prodi, se camina hacia elecciones que probablemente se celebrarán en abril. Silvio Berlusconi, según todos los sondeos, volverá a triunfar. Este cree poder manejarlo todo, pero le tocará gobernar con una estrecha mayoría originada por sus propias trampas.
Gennaro Carotenuto, desde Roma
Según los rituales romanos de la democracia parlamentaria, el presidente de la República, Giorgio Napolitano, debe hacer todos los intentos posibles antes de disolver las cámaras y convocar nuevas elecciones. A una semana de la caída del gobierno de Romano Prodi, que había resistido 20 meses con una mayoría de un solo escaño en el Senado, Napolitano encargó al Presidente del Senado, Franco Marini, a que intente formar un nuevo gobierno.
Oriundo de los Apeninos centrales, donde todavía abundan los lobos, Franco Marini, 75 años, pasó su juventud militar en el popular cuerpo de los alpinos (infantería de montaña) y fue toda la vida un sindicalista católico y un democristiano que ahora confluye en el Partido Democrático, la unión entre católicos populares y ex comunistas. Su intento tiene poquísimas posibilidades de triunfar ya que las posiciones no se han movido esta semana. Los que votaron contra Prodi –la derecha- quieren elecciones inmediatas y los que apoyaron hasta último momento al profesor boloñés, quisieran hacer por lo menos una reforma electoral. Por que el país necesita la reforma pero más aún para alejar lo más posible la derrota.
LA REFORMA NECESARIA E IMPOSIBLE. Si Romano Prodi ganó con tan corta mayoría las elecciones de 2006, fue en parte por la prodigiosa capacidad de maniobrar los medios de parte de Silvio Berlusconi y en parte por algunas patrañas introducidas en la ley electoral a sabiendas de que iba hacia una clara derrota después de cinco años de desgobierno y de un país que se hundía en el desconcierto y la depresión. Para impedirle al centroizquierda gobernar y posiblemente reformar y recuperar el país, Berlusconi impuso unas modificaciones para evitar que se formara una mayoría suficiente para gobernar autónomamente. El mismo redactor de la ley, Roberto Calderoli de la Liga Norte (derecha xenófoba aliada de Berlusconi) la defino como “una porquería”.
Entre las consecuencias de la porquería fugura la multiplicación casi diaria de los partidos, llegando el parlamento a contar con 39 agrupaciones, a veces unipersonales y sin ningún otro proyecto que las ganancias inmediatas del líder y de sus clientes. Con semejante clase política Romano Prodi debió pactar casi cotidiananente en estos dos años. Hoy, especialmente, estas micro-agrupaciones se opusieron y se oponen a cualquier reforma electoral que las pueda barrer del mapa político.
Evidentemente una reforma electoral pasaría ahora a través de un acuerdo político fuerte entre las agrupaciones mayores (el mismo Partido Democrático y Forza Italia de Berlusconi que se supone tangan alrededor del 25-30 por ciento cada uno) junto a los mayores de los menores, Alianza Nacional en la derecha y Refundación Comunista en la izquierda. Sería algo políticamente viable si no fuera por la manera mediático-propagandista de ver la política de Berlusconi: no voy a ensuciarme las manos con los “comunistas” que fracasaron en gobernar el país (y es evidente que fracasaron, porque no pudieron). Así, al cierre de esta edición de BRECHA, el intento de Marini parece destinado al fracaso y a Napolitano no le quedaría más que disolver las cámaras y llamar al país a nuevas elecciones en la primera mitad de abril. Frente a la posibilidad de volver al poder, Berlusconi, que con 71 años quiere bailar otro vals, logró compactar los suyos y presentará una coalición que hasta ahora cuenta con 17 partidos, que van desde los neonazis hasta los dos micropartidos personales que traicionaron a Romano Prodi.
Los sondeos le otorgan a Berlusconi una ventaja de una decena de puntos. Sin embargo, esta ventaja medida en escaños le puede dar una mayoría muy similar a la que tuvo Romano Prodi en los últimos 20 meses. Es decir: Berlusconi quiere y puede volver a ganar, pero luego, difícilmente podría gobernar la crisis que vive el país.
VISTO DESDE LA IZQUIERDA. Según muchos analistas, uno de los motivos que hicieron precipitar la caída del gobierno presidido por Romano Prodi fue la postura a favor de un sistema mayoritario tomada por el líder del pd (Partido Democrático) Walter Veltroni. Este anunció que, pase lo que pase, su partido se presentará sólo a las próximas elecciones sin buscar previamente alianzas con nadie, lo opuesto de lo que está haciendo Berlusconi. Si a corto plazo la de Veltroni parece una táctica suicida, conlleva unas ventajas importantes para la construcción del Partido Democrático, la única real novedad en los inminentes comicios. Es probable que de esa manera el pd se caracterice aún más como un partido centrista y muy poco de izquierda, pero por lo menos logrará alguna identidad, cosa que hasta ahora no logró construir, y no quedar como el embrión de partido que sigue siendo hasta ahora. Podrá presentar a los electores su propio programa sin pactarlo con nadie y luego, probablemente, prepararse para los años de oposición en mejores condiciones.
Lo que es seguro es que lo que se mueve alrededor del pd no está en condiciones mejores. Votando con la actual ley y sin la protección del pd, las pequeñas agrupaciones centristas y reformistas serán libres para tentar suerte en las urnas y ver realmente qué consiguen. Es una novedad, ya que en los últimos 15 años fueron los grandes partidos los que sacrificaban escaños ofreciéndolos a los pequeños sobre la simple suposición de la fuerza electoral de estos.
La llamada izquierda radical tiene una situación muy distinta. Está conformada esencialmente por cuatro agrupaciones. El Partido de la Refundación Comunista, con un 6 por ciento de los votos, los verdes y otro partido comunista (el pdci), cada uno con un dos por ciento escaso, y la parte del antiguo pci que no entró en el pd por no compartir el giro moderado de este partido. Estos últimos nunca se midieron con los electores y buscan un difícil acuerdo con los demás para conformar la llamada “cosa roja”, un nuevo partido de izquierda que si se acercara al 15 por ciento de los votos podría influir mucho en el futuro. Sin embargo, la suerta está echada y si se votara como es casi seguro con una ley “porquería” que favorece la máxima fragmentación de los partidos, es difícil o imposible que la “cosa roja” logre cobrar vida en pocas semanas. Así, las cuatro fuerzas se presentarían divididas y sin ni siquiera un acuerdo político con el pd o una propuesta común de gobierno. La oposición para la oposición y (lo que es peor) entre la oposición.
ADIOS ROMANO. Lo que queda de casi dos años de experiencia de centroizquierda en el gobierno es un sabor amargo. El gobierno presidido por Romano Prodi fue capaz de arreglar las cuentas del país, desastradas por cinco años de berlusconismo. Impuso políticas de ahorro y hasta logró reducir la enorme evasión fiscal. Hoy todos los organismos internacionales, desde la Unión Europea hasta el Banco Mundial, están preocupados porque temen que con la derecha vuelvan el festín de gastos y la condonación de los crímenes fiscales.
Amargo destino el de Romano Prodi. Hizo lo mismo entre 1996 y 1998. Arregló las cuentas y cuando debía empezar a hacer políticas redistributivas –de izquierda, por fin- fue acuchillado por la espalda por sus aliados, los comunistas en 1998, los micro-democristianos hoy. Si no se puede olvidar este balance positivo, tampoco se puede pensar que los logros no sean efímeros. Con unos meses de gobierno Berlusconi todo se volvería a perder.
A esto se suma, y es lo más grave, que la casta política de centro-izquierda logró definitivamente liberarse del halo de honradez y capacidad de gobierno respecto a la derecha, uno de los patrimonios genéticos que heredó del viejo pci. En esta triste época de inicios siglo XXI, los escándalos, los gastos, los despilfarros de dinero público, el clientelismo, el tráfico de influencias de buena parte de la clase política de centroizquierda fue tan mala como lo fue, es y será la clase política de derechas. Ya no existe una excepción moral, ya no somos mejores que ellos, ya perdimos la virginidad. Y esto, ante a un país donde dos de cada tres familias no llegan a fin de mes, es el fin de todas las esperanzas.