BRECHA – Italia – A Berlusconi se le acaba el tiempo

Dos semanas después de su gravísima derrota en las elecciones regionales, el primer ministro Silvio Berlusconi renunció. Su ilusión es llegar a un nuevo acuerdo con sus aliados que le permita sobrevivir un año más. Gennaro Carotenuto Desde Roma


Silvio Berlusconi es un hombre positivo. Mira a la vida con optimismo y se considera invencible. Al fin y al cabo logró convertirse en uno de los 14 hombres más ricos del planeta. Las lógicas de la democracia le son ajenas, un estorbo, una complicación inútil. Y no es porque sea autoritario, sino porque en su lógica empresarial hasta la división de poderes le molesta. Cuando en 1994 fue por primera vez jefe de gobierno, se quejó repetidamente del hecho de que fuera el parlamento el encargado de hacer las leyes. Así, sin afán dictatorial, sólo porque le parecía una pérdida de tiempo. La del tiempo que se acaba es para él una de las mayores angustias. Berlusconi no cesa en sus intentos de detener su tiempo biológico, con sus inexorables 69 años, con cirugías estéticas y trasplantes de pelo, del mismo modo en que lo hace con los tiempos de la política. Cuando la semana pasada, en el consejo de ministros, sus aliados le exigieron por primera vez que renunciase, se rumorea que contestó: ?Una persona como yo, con un patrimonio de 10 mil millones de euros, no debería perder tiempo con gente como ustedes?. El miércoles 20, después de días de burlarse de la democracia, de la Constitución y del presidente de la República, en apenas 11 minutos de discurso ?y sin pronunciar la palabra dimisión? comunicó al Senado de la República que por motivos meramente formales su gobierno entraba en crisis y anunció que la solucionaría en pocos días. ?Estoy obligado a este procedimiento sólo porque todavía no terminamos de modificar la Constitución. En democracias más adelantadas que la nuestra ?dijo ante el disgusto de buena parte del parlamento? yo hubiese podido cambiar ministros y programas a mi gusto sin rendir cuentas a nadie.?
LAS ILUSIONES DE SILVIO. La coalición de centroderecha que gobierna Italia desde 2001 está formada por cuatro partidos: Forza Italia (FI) ?fundada por Berlusconi a su medida, sin cuadros destacados ni arraigo territorial, un partido que sigue siendo virtual y que probablemente no sobrevivirá a su fundador?; la Liga Norte (LN) ?el partido xenófobo y ultraliberal radicado en el cinturón subalpino del noroeste del país y ligado al modelo de la pequeña y mediana empresa?, la Unión Democrática Cristiana (UDC) ?un pequeño pero sólido partido posdemocristiano presente en todo el país y que por su centrismo puede jugar sus cartas hasta pasar al centro-izquierda?, y Alianza Nacional (AN), un partido posfascista bastante renovado, tanto que hoy en día se coloca más al centro que Forza Italia y la Liga Norte y que, como la UDC, representa a capas medias y trabajadores dependientes de todo el país.
El sistema electoral mayoritario hace que estos cuatro partidos puedan triunfar juntos, pero divididos sólo pueden hundirse. Sin embargo, los nudos políticos han llegado a la saturación. Nudos que residen en la inconciliabilidad de los intereses neoliberales del bloque del norte entre FI y la LN, que impulsan el federalismo y la reducción radical de los impuestos, y AN y la UDC, que apuestan a un sistema más clientelar que keynesiano. La reforma de la Constitución en un sentido federal, y con un marcado recorte de los impuestos que daña al centro-sur del país y a los electores asalariados de AN y la UDC, hace que estos dos últimos partidos puedan verse tentados a sacrificar la figura, hasta ahora intocable, de Berlusconi, para evitar cambios que perciben como impuestos por el norte del país. El milanés Berlusconi espera que el temor a elecciones anticipadas, que se celebrarían en junio y podrían ser favorables a la centroizquierda, sea suficiente para que los cuatro partidos que hasta ahora lo apoyaron continúen haciéndolo hasta 2006. Ayer, jueves, el presidente Carlo Azeglio Ciampi emprendió la etapa de consultas. Ciampi debería encargar nuevamente al jefe del gobierno renunciante la tarea de recomponer el cuadro e intentar reconquistar el país en el año que le queda.