"Soy favorable a la independencia de Kosovo" declaró George Bush el domingo en su corta pero satisfactoria estadía en la capital albanesa Tirana. Sería un error subvalorar esta declaración, ya que podría ser el momento más relevante de la gira en Europa del presidente estadounidense, entre el fracaso del G8, un ridículo acuerdo sobre el medio ambiente del cual los grandes de la tierra se ocuparan recién en el 2050, y la carrera al escudo estelar contra Rusia.
Los grandes medios de comunicación intentaron, especialmente en los últimos meses, demostrar a la opinión pública mundial que el unilateralismo, que había caracterizado la primera fase del gobierno Bush, con la nefasta guerra preventiva contra Iraq, ya es un recuerdo en esta fase terminal de la era neoconservadora. El caso Kosovo, a cambio, atestigua que esta percepción es completamente falsa.
De manera abiertamente subversiva de los acuerdos de paz suscritos por su mismo país y garantizados por las Naciones Unidas, George Bush afirmó que es favorable no simplemente a una independencia concordada con Serbia, sino también a una independencia unilateral de Kosovo, contra Serbia, desafiando hasta el derecho de veto de Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU.
La declaración de Tirana es así una bomba sucia lanzada por George Bush contra la integridad de Europa, de Rusia y de países satélites de EEUU como Georgia, pero también de América latina, donde el separatismo del Oriente boliviano y del estado Zulia en Venezuela, son impulsados por Estados Unidos contra los gobiernos integracionistas de la región.
Es evidente que Bush está reabriendo no solo el partido de Kosovo sino cien otros. Si Kosovo está libre de irse de Serbia, nada más impide a los vascos de irse de España, a Escocia de Gran Bretaña, a Córcega de Francia, a Bélgica de quebrarse y hasta a la sedicente Padania de abandonar Italia. Pero, más que esto, reabre todas las heridas de los mil nacionalismos comprimidos en la ex-Unión Soviética, empezando por la división de Ucrania, un país de más de 50 millones de habitantes.
Rusia, que domó (hasta ahora) de manera brutal a Chechenia, se está mostrando moderada y teme para si misma. Está dividida en 21 repúblicas y 88 entidades distintas, no todas cohesionadas con la "Santa madre Rusia". Ya demostró -que nos guste o no- que está dispuesta a todo para preservar una unidad territorial del país, que a Estados Unidos, Europa y China no le molestaría terminar.
Además, estando así las cosas, por qué Vladimir Putin no debería volver a alentar los separatismos filo rusos? Abkazia y Osetia del Sur son cuerpos separados de hecho de Georgia y la Transnistria ya no es Moldavia. Quién puede impedir a estas regiones de reunirse con Rusia?
El problema no es el derecho de un pueblo a autodeterminarse. Desde Euskadi a Transnistria, de Kosovo a las Flandes, cuántos de estos partidos se cerrarían sin derramamiento de sangre siguiendo el modelo checoeslovaco? Cuántos a cambio se transformarían en matanzas al estilo checheno o en guerras civiles endémicas como la irlandesa? A Bush parece no interesarle. O más bien, parece interesarle una conflictualidad permanente ya que está claro que, para quien nunca renunció a aspiraciones imperiales sobre el entero planeta, cada fragmentación es útil. Sin embargo, este divide et impera testimonia también lo que Bush siempre fue: un peligroso subversivo.