Rusia, Irán, Argelia, Venezuela y Qatar podrían dar vida el lunes a una “OPEP del gas”, un cártel de los países productores de esta fuente energética, para los cuales es una esperanza y una herramienta geopolítica, mientras que para Europa es una pesadilla, y para Estados Unidos una traba más a su proyecto hegemónico.
Gennaro Carotenuto desde Roma
Es imprevisible lo que pasará este lunes en Doha, la capital qatarí donde se reunirán los miembros de una organización que hasta ahora no revestía ninguna importancia: el Foro de los Países Productores de Gas (FPPG). Una de las hipótesis es que podrían anunciar la transformación de esta organización –de la cual son miembros países que producen y exportan el 70 por ciento de esta materia prima– en un verdadero cártel. Éste tendría como modelo a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y existiría la intención, especialmente por parte de Irán y Venezuela, de darle a la nueva organización una postura marcadamente antagonista frente a los intereses de Estados Unidos. Ante esta posibilidad, tanto este país como la Unión Europea se han expresado con dureza y preocupación, evocando incluso la pesadilla de 1973 cuando la OPEP orquestó una subida del precio del petróleo del 600 por ciento en apenas seis meses.
Si bien Irán y Venezuela respaldan con fuerza la idea de esta herramienta, los demás posibles socios no estarían, tan seguros. El anfitrión, Qatar, es históricamente un país árabe moderado y un aliado de Estados Unidos, y no parece tener necesidad de generar algún conflicto con ese país. Los otros dos, Rusia y Argelia, los principales proveedores de Europa occidental, están divididos entre intereses y proyectos contrastantes en el ámbito doméstico, y hasta ahora cuidaron poco la relación estratégica entre ellos. Desde el punto de vista del país magrebí, hay un enfrentamiento entre el presidente de la república, Abdelaziz Bouteflika, impulsor del cártel, y el ministro de energía, Chakib Khelil, que se declara contrario. Sin embargo todos los nudos pasan por Rusia. El país concentra la mayor cantidad de reservas mundiales. Produce el 22 por ciento contra el 18,5 por ciento de Estados Unidos y el 6,5 por ciento de Canadá. Está teniendo una política ambigua frente a la posibilidad de sumarse como fundador al cártel debido a las estrategias de Gazprom, la mayor empresa nacional y el primer productor y exportador mundial de gas. En los últimos dos años esta multinacional ha firmado una serie de ventajosos contratos con empresas nacionales europeas, empezando con las alemanas, las mayores consumidoras de gas en el continente.
LAS DUDAS DE RUSIA. Los contratos con alemanes, italianos, franceses y austríacos aumentaron considerablemente las ganancias rusas, pero también condicionaron los precios para el próximo cuarto de siglo. De otro lado, la política energética de este país ha sido siempre autonomista. Lo atestigua el hecho de que Rusia ha preferido no participar en la OPEP para mantener su independencia política tanto frente a esta organización como frente a los países importadores. Éstos, para Rusia, serían buenos argumentos para no sumarse al cártel. Por otra parte, y en esto la creación de la FPPG podría ser provechosa para Moscú, una aspiración importante de Gazprom es competir directamente en los mercados de consumo europeos. Hoy día Gazprom vende su gas a un precio que oscila entre los 220 y 290 dólares los mil metros cúbicos. Lo vende a empresas como Gaz de France o Eon, que lo hacen llegar a los grifos de los consumidores que pagan entre 400 y 500 dólares. Barrer del mercado a estas grandes multinacionales intermediarias, que venden mucho más gas de lo que producen, podría llevar a Gazprom a aumentar sus ganancias y a ofrecer a los consumidores un ahorro sensible en sus cuentas. Éste es uno de los mayores motivos que hacen que imprevistamente el nivel de la delegación rusa que está viajando a Doha se haya elevado con la presencia tanto del gerente general de Gazprom, Alexei Miller, como del todopoderoso ministro de Energía, Víktor Kristenko. La impresión es que el parto de la “OPEP del gas” no está todavía maduro pero que la gestación resulta muy interesante y, aunque con un plazo más largo que el pensado originalmente, el nacimiento de la criatura es posible.
NERVIOS EUROPEOS, DUREZA ESTADOUNIDENSE. El ministro estadounidense de Energía, Samuel Bodman, frente al posible nacimiento de la FPPG ha utilizado tonos breznevianos para reconducir a todos al Consenso de Washington: “Cualquier iniciativa que sustraiga a los mercados el control de la energía y pretenda fijar precios políticos va en contra de los intereses tanto de los productores como de los consumidores”.
Si la posición de Estados Unidos está relativamente protegida, Europa occidental es completamente vulnerable, y frente a la hipótesis del cártel está al borde de un ataque de nervios. Un continente altamente poblado e industrializado, pero con escasos recursos naturales propios, vive con crispación y malestar la sola noticia de que también el gas podría tener su OPEP. Expuesta mucho más que Estados Unidos a los vaivenes de los precios de las materias primas, Europa teme que un cártel entre productores, especialmente en vísperas de una posible guerra contra Irán, pueda tener el efecto de atenazarla. Los datos de Eurostat son impresionantes: sólo Noruega y Holanda exportan y sólo Dinamarca es autónoma; grandes países como Alemania e Italia dependen de manera casi total de Rusia o de Argelia, o de los dos; Rusia abastece el 32 por ciento del consumo europeo, el país magrebí un poco menos.